A cool novel about ninkyō dantai (with a big surprise).

27.6.06

11. I used to love her.

Mierda. Me dormí mientras hacía guardia.

Fue el alarido de Kazumi lo que me despertó. La katana en una mano y la automática en la otra son un acto reflejo que mantuvo intacto mi pellejo todos estos años. El templo está prácticamente a oscuras, pero puedo sentir que hay algo acá adentro con nosotros. Algo peligroso. Algo que se arrastra torpemente hacia mí.

"¿Kazumi?" grito y disparo casi al mismo tiempo. Escucho un bulto desplomándose. Medio segundo; si era ella espero que se haya corrido. No se puede vivir dudando. El cuerpo no se mueve y se me hiela la sangre. Pero no, el grito de Kazumi sonó lejos -- ahora recuerdo que no se quedó durmiendo a mi lado.

¡No quedarse quieto! Corro hacia otra habitación del templo. Creo que es la morgue improvisada, pero los cuerpos no están. Ruidos y tropiezos. Trato de aguzar la vista, distinguir algo en la oscuridad. Algo... algo baboso se me acerca por la izquierda. Le disparo casi a quemarropa, el fogonazo del arma iluminando algo que mi cerebro capta por un segundo y olvida casi instantáneamente. ¿Eso era una persona?

Sigo en movimiento. Donde estoy ahora hay una ventana. La luz de la luna se proyecta suavemente y me deja ver a Kazumi, arrodillada en una esquina y agarrándose un brazo ensangrentado. En la pared hay manchas oscuras. A su lado, un cadáver yace con el pecho atravesado por una katana. Kazumi parece una loca, mirándome con sus ojos desencajados. Está pálida, a punto de desmayarse.

"Me... mordió" dice incrédula. "El hijo de puta me mordió el brazo". Yo también la miro, mientras intento entender qué me resulta más raro, si el hecho de que el atacante la haya mordido o que su cuerpo esté evidentemente podrido. El olor es insoportable. El tipo lleva meses de muerto. No intento comprender y por las dudas le pego cuatro tiros en la cabeza. Puro instinto, supongo. No sangra.

Me agacho junto a Kazumi. "Kazumi, no entiendo qué está pasando, pero tenemos que irnos del templo. Estos no son Yakuzas. Y por el ruido que hacen, deben ser al menos veinte o treinta." Giro a tiempo para disparar contra el hombre que entra por la puerta. El impacto lo hace desplomarse. ¿Chegu? ¡Pero si estaba muerto! Observo atontado cómo Chegu se levanta trabajosamente y vuelve a acercarse, gimoteante. El instinto vuelve a pegar duro y le vacío el cargador en la cabeza. Explota como un melón. Esta vez sí que hay sangre -- negra. Tiro la pistola al suelo. Adiós, compañera.

Opciones, opciones. Los ruidos que vienen desde la puerta me dicen que no es una alternativa. Alguien se acerca de las sombras y mi sablazo lo manda de vuelta por donde vino. Tiro de Kazumi y la obligo a levantarse. La salvaje asesina es una niña confundida y temblorosa. Casi no puedo reconocer a la mujer que tanto amaba y odiaba. Alguien me toca y le estrello el codo contra la cara, ganando segundos. "¡A correr!" Abrazo a Kazumi y me arrojo hacia la ventana, atravesando el vidrio estrepitosamente, justo a tiempo para escapar a unos dedos repulsivos que casi rasguñan mi espalda. "Hoy no", pienso como en los viejos tiempos, cuando la muerte esperaba en cada balacera. Hoy no voy a morirme.

Mi brazos sangran, cortados por los vidrios. Siluetas dibujadas contra la luna por todos lados. No corren, pero se acercan. Ya no les interesa el templo. Nosotros sí corremos, hacia el camino, yo arrastrando a una Kazumi que está cada vez más lenta, cada vez más torpe. Por encima del hombro echo miradas preocupadas a su cara blanca, los ojos idos, un hilo de saliva en los labios rojos.

Me canso rápido. No puedo arrastrarla más. A esta velocidad nuestros perseguidores apenas se quedan atrás. Maldito instinto de supervivencia. "Hoy no", vuelvo a decirme. Pero Kazumi... Es ella o yo. Kazumi...

Mi corazón pega un vuelco.

Adelante veo a alguien, otra silueta apenas, pero igual lo reconozco. La katana en su mano, su postura. Tetsuo. Un asesino. Un hombre del Anciano. Un ex-policía, como yo. Y estoy tan cansado. Me detengo. El cuerpo de Kazumi se desploma a mi lado. Mis propias rodillas tiemblan. Hoy... tal vez hoy sí sea el día.

"¡Hideki!" ladra, y reconozco mi propio nombre. Corre hacia mí, y la escena se desarrolla en cámara lenta, con una cierta gracia. Varias cosas suceden al mismo tiempo.

La espada tiembla en mi brazo. Tetsuo acorta la distancia. Un gruñido gorgoteante suena detrás de mi hombro. ¡No! Finalmente la espada resbala de mis dedos y cae durante siglos antes de enterrarse profundamente en la tierra blanda. Tetsuo está casi encima mío, la katana destellando. Una mano fría se clava en mi hombro. Ya sobre mí, se hace claro que la hoja de Tetsuo no me busca. Sus ojos rasgados flotan cerca mío. ¿Que me corra? "Hoy no", pienso, y obedezco saltando a un costado. El tiempo se acelera. La katana zumba en el aire y corta algo con un ruido asqueroso.

Kazumi. Su cabeza rueda, separada limpiamente del cuello. Su cuerpo queda arrodillado, como rezando. "Hijo de puta", grito, pero algo adentro mío ata cabos y comprende lo que puede. "Ya no era ella, Hideki. Era un monstruo, como esos que se nos acercan. Te salvé la vida. Y además, cumplo mi trabajo. Y ahora, vamos." Me devuelve mi espada. Si quiero vivir, debo seguirlo.

Nos subimos a su Mitsubishi. Tetsuo es mi enemigo, sí, pero algo lo preocupa más que yo. Tregua: me necesita. Al parecer al Anciano terrible algo se le escapó de control. Esta vez fue demasiado lejos, me dice. "Está loco". Puedo darme cuenta de que Tetsuo también está alterado. Y si él se preocupa, yo tiemblo.

Mientras arranca el motor, escucho otros autos que se acercan. "Yakuzas", gruñe Tetsuo. "Estúpidos". Nos alejamos y el Mitsubishi vuela por el camino hacia un túnel. El templo queda atrás para que los hombres del Viejo descubran sus horrores.

El auto se adentra en el túnel. Pienso en Kazumi muerta. Pienso en Chihiro. Sigo vivo.

"Hoy no."

"Historias mínimas"
La acción cambia a un grupo de oficinistas japoneses no relacionados con la Yakuza. Lo que sea que haya puesto en marcha el Anciano, empieza a afectar todo Japón. Cuando esta escena empieza, la luz se cortó en el edificio. Y los oficinistas no tienen pistolas ni katanas... ¿Se puede combatir zombies tirándoles latitas de coca-cola?
"Oops!"
Hay veces que los dados simplemente están en tu contra. Tetsuo y Hideki, el policía corrupto, descubren horrorizados que el túnel está bloqueado. No hay tiempo para dar marcha atrás -- zombies y Yakuzas son igual de malos. ¿Lograrán sobrevivir? Hideki recuerda que Kazumi le robó algo al Viejo; algo que, convenientemente, él le robó a su vez.

25.6.06

10. Zombie, de mi esperanza...

Despierto.

La luz lastima mis ojos, aunque es noche cerrada.

Estoy incómodo. ¿Tuve pesadillas? No recuerdo nada. Estoy aquí, ahora. No siento nada, no hay frío ni calor, no hay dolor, no hay olor, no hay protesta en los huesos. Nada. Trato de incorporarme, torpemente. Mi cuerpo no me responde. Es difícil moverme, eso me enfurece un poco. Siento que me incorporo con las piernas dormidas, pero sin las agujas que atraviesan el músculo acalambrado cuando comienza a despertar. Sé que no despertará. Ya no. Puedo sentir el frío desde adentro, apoderándose de todo.

Veo la llama que oscila, allá a lo lejos. Es una promesa de calor. Junto conmigo hay otros, merodeando, buscando lo mismo que yo. El hambre me retuerce las entrañas, apretándolas con garras de acero. Voy hacia la luz. No sabes que tienes sangre caliente corriendo por las venas hasta que se detiene. La sensación es inexplicable. Te deja vacío. Tengo hambre. Todo lo que deseo es recuperar lo que perdí.

Hambre. Avanzamos, hacia la luz, la promesa. Entonces los escucho, su risa resuena en mis oídos como campanillas de cristal. Hambre. Casi puedo verlos, hermosos, radiantes de vida, príncipes elevándose sobre la inmundicia del mundo. Hambre. Una nueva sensación se apodera de mí. ¿Es odio? No logro identificarla. Hambre, tengo mucho hambre.

Golpeamos las puertas que se interponen en nuestro camino, rompiendo sus maderas, muertas. Hambre. Entramos como una avalancha de tendones descosidos, un vómito de carne putrefacta avanzando hacia la manzana del paraíso. Hambre. Solo dura unos segundos, pero siento como si fuera una vida. Ella es hermosa. Su carne me hipnotiza. Hambre. Logro acercarme y en un rapto de victoria clavo mis dientes contra su tierno brazo.

Ahhhh… dulce nectar…

Siento su sangre derretirse en mis papilas, húmeda, cálida. La bebida de los dioses. La vida en mí boca, invadiéndome con un orgasmo supremo. No lo puedo resistir. El placer me hace gritar y afloja mis rodillas.

Un instante más tarde todo gira a mi alrededor, y empieza a oscurecerse. Puedo ver mi cuerpo, a varios metros de distancia, antes de que la luz termine de extinguirse por completo.

Ahora todo está oscuro.

Oscuro.

Vuelvo a dormir.

En nuestro próximo episodio:

I used to love her…
Nuestro protagonista se enfrenta a la terrible decisión: ¿primero sexo y después katana o primero katana (por si acaso) y después…?
(S)He is our last hope…
Matar o no matar a Katsumi. Tal vez hay una tercera opción más psicodélica que involucre una sacerdotisa vodoo, discos de Buddy Holly y grandes cantidades de heroína en un pollo de hule.
 
Creative Commons License
This work is licensed under a Creative Commons Attribution2.5 Argentina License.