A cool novel about ninkyō dantai (with a big surprise).

8.7.06

12. Historias mínimas

Vestido con kimono sobrio (hakama negro, haori marrón) y geta, munido de un cepillo de dientes, y en pose sumamente indigna (rodillas y manos en el piso), Junishi Narazaki, de profesión contador, pero caído en desgracia, limpia con esmero un retrete del baño de damas ubicado en el piso 42 del Nakatomi Plaza. ¡Qué deshonra, qué injusticia!, se lamenta sin por ello dejar de fregar con su minúsculo adminículo, pero ya verán, Totzuki: cuando sientan los baños refulgir como dragón en el cielo y pienen que es una brisa primaveral lo que huelen, entonces sabrán que Junishi Narazaki es un trabajador duro y de confianza, y todo volverá a ser como antes, seré respetable otra vez...

Totzuki no le presta atención. Juguetón, en puntas de pie, logra finalmente mirar el interior de la botella de limpiador, pero al hacerlo inhala los vapores que de ella salen y se embriaga. Su pequeño cuerpo amarillo comienza a girar sobre sí mismo, como un trompo, cricricri es lo único que atina a decir; finalmente trastabilla y cae, volcando la botella y derramando su contenido. ¡Totzuki, deja de jugar!, se enoja el Sr. Narazaki. Ahora tendrá que limpiar también ese enchastre. Siempre en cuatro patas, retrocede, necesita buscar un trapo. Cuando está por incorporarse, siente que alguien a su lado carraspea con evidente fastidio. Su cabeza gira y ve los pequeñísimos zapatos negros con hebilla, los cortos zoquetes blancos, la mirada del Sr. Narazaki empieza a subir, remontando esas larguísimas y bien torneadas piernas, llega a las rodillas sin percibir el menor indicio de una falda; ésta recién comienza cuando promedian sus muslos, es de color azul marino y de tablas. Su mirada continua subiendo, pasa por la delgadísima cadera, trepa por la ceñida blusa blanca y llega finalmente hasta la cara, dos manchitas rosas constituyen la boca, la nariz es diminuta y triangular, su pelo es negro, como papel de seda cortado con tres tijeretazos pero los ojos.... los ojos son enormes, redondos (levemente alargados) y furiosos.

¡Sr. Nagazaki! exclama, con insolencia, cuando sus ojos finalmente hacen contacto. Éste se incorpora de un salto y retrocede, encorvado, como un niño esperando el castigo. Al levantarse, pisa la cola de Totzuki (yiaw!), quien, dolorido y asustado, se esconde, probablemente, detrás de un retrete. Gotas de sudor caen por la frente de Janushi Narazaki. La escena es grotesca, él ya ha cruzado los cuarenta años y tiembla dejando escapar un leve sollozo, ella en cambio por su aspecto recuerda a una colegiala, y lo era hasta hace pocas semanas. Pero es Akemi Komano, la única hija del Sr. Komano, presidente de la compañía, y desde hace poco tiempo, una de las ejecutivas más importantes. La llegada de la bella Akemi coincidió con la caída del pobre Junishi, pero no fue coincidencia. ¡Sr. Nagazaki!, ¡otra vez usted! ¡¿qué está haciendo en este lugar?! Paralizado, Junishi Narazaki no atina a decir una palabra, Akumi no espera respuesta y se va, probablemente a hablar con su padre.

Parado en la puerta del baño, el Sr. Narazaki es la desolación en persona. Cabizbajo, observa la geta en su pie derecho: una de las tiras de la sandalia se ha roto, ¿explicará eso tanta desgracia? A sus pies, Totzuki en cambio se ve animado, nervioso, ¡cricricri!, pareciera querer decirle algo. Janushi no entiende, pero levanta la cabeza y ve cruzar el pasillo, al fondo, a una figura familiar. ¡Eh, Totzuki, mira!, es Chihiro, ¿lo ves? ¡Mi sobrino Chihiro! Pensé que estaba de viaje, ¿y qué estará haciendo aquí? ¡Totzuki, quédate quieto! Pero qué desmejorado se lo ve... Y no se equivocaba, la pierna arrastrada, el tono verdoso de su piel, sus harapos, y lo peor estaba por venir. ¡Eh, Chihiro, muchacho, Chihiro!, Janushi Narazaki trata de llamar la atención de su sobrino pero éste no parece escucharlo. Ven, vamos a buscarlo, y se pone en camino. Totzuki, a sus pies, se prende con ambas manos al hakama de su amo e intenta frenarlo, inutilmente.

En cambio, sí consigue detenerlo el grito de terror de Akemi Komano. Viene de la otra punta del pasillo; Janushi se da vuelta. Como una estampida de elefantes, ve pasar a sus compañeros de trabajo, corriendo, empujándose, levantando una nada despreciable nube de polvo. Entonces la oscuridad, se ha cortado la luz, pero dura un segundo, las luces de emergencia lo devuelven a una realidad de verdosa fosforecencia. Akemi vuelve a gritar y Janushi corre en dirección de los gritos; va descalzo y Totzuki viaja prendido a su tobillo. Cuando llega a la zona de su antiguo cubículo, el espectáculo es desolador. Cientos de desconocidos en peores condiciones que Chihiro han irrumpido en el lugar y atacado a sus compañeros de trabajo. Reconoce a Hidetoshi, a Atsushi, a Masahi, están en el piso, sangrando, algunos con evidentes marcas de mordidas. Pero no se permite frenar, Akemi sigue gritando: una decena de extraños la tiene arrinconada. Ha logrado mantenerlos a distancia protegiéndose con una silla, pero cada vez se acercan más. Janushi no lo duda, y corre, da una pirueta sobre un escritorio y, congelado en el aire, piensa, "No sé lo que sucede, pero debo rescatar a la señorita Komano de esos seres del infierno!". Aterriza entre Akemi y los desconocidos. El primero en acercársele recibe una potente patada en el vientre que, literalmente, lo parte. En sus expertas manos, el cepillo de dientes se convierte en una poderosa arma: vuelan ojos y muchas traqueas son atravesadas. Totzuki se divierte pateando partes corporales definitivamente muertas.

Janushi ve caer al último de los desconocidos, tiene el cepillo de dientes irreversiblemente clavado en su verde frente. Sólo ahí nota unos brazos que lo sujetan con fuerza, con desesperación. No son verdes, y huelen a flores. El corazón de Janushi da un vuelco, pero no hay tiempo, los desconocidos forman un ejército. Janushi toma de un brazo a Akemi y corren por el pasillo. Son emboscados llegando a los ascensores, pero una certera patada en la máquina de gaseosa provoca una lluvia de latas que los protege. Toman las escaleras de emergencia, los gritos provenientes de los pisos inferiores les indican que es una mala idea bajar. Pronto llegan al último piso, al penthouse. La puerta está trabada, pero Janushi la derriba sin esforzarse. Corren sin dirección y llegan a una extraña habitación, parece un pequeño santuario, o lo que queda de él. Sólo se ven dos personas en pie, un anciano viejo como el mundo, y un hombre con aspecto de gorila, vestido con traje negro, arrodillado ante él. ¡Deténgalos, maestro, por lo que más quiera! implora, casi llorando. El anciano se da vuelta, ¡No puedo, no puedo! y con la mirada fulmina al gorila. Maldita, exclama el viejo, y mira el altar, casi con lágrimas en los ojos. Ve tres figuras alineadas pero falta una para que la alineación sea perfecta.

Janushi y Akemi no quieren ver más, vuelven por donde vinieron y doblan a la derecha. Janushi divisa un cuarto de la limpieza (ya sabe reconocerlos) y los guía en esa dirección. El cuarto es pequeño y apenas hay lugar para ellos dos, pero aquí estaremos seguros, señorita Komano. Sólo en ese momento Janushi se percata de que las ropas de Akemi se encuentran hechas añicos. De su blusa blanca no queda casi nada, y se pone colorado al observar su sostén rosa semi-transparente. Sus pechos son espléndidos, pero Janushi no quiere mostrarse deseoso. Akemi se pone en puntas de pie y le da un prolongado beso en la mejilla. En ese momento, Totzuki cae del techo (estaría agarrado a la lámpara), rebota en los pechos de Akemi y cae en sus brazos. Akemi y Janushi se sobresaltaron pero al reconocer a Totzuki comienzan a reir, Janushi se lleva una mano a la nuca y le caen lágrimas. Totzuki, al ver que todos ríen, ríe también. Ni Janushi ni Akemi lo advierten, pero sus cabezas irradian corazones rosas.

Oops!
Volviendo a nuestra historia principal, hay veces que los dados simplemente están en tu contra. Tetsuo y Hideki, el policía corrupto, descubren horrorizados que el túnel está bloqueado. No hay tiempo para dar marcha atrás -- zombies y Yakuzas son igual de malos. ¿Lograrán sobrevivir? Hideki recuerda que Kazumi le robó algo al Viejo; algo que, convenientemente, él le robó a su vez.
"Pero el amor es más fuerte"
Volviendo a nuestra historia principal, Hideki y Kazumi descubren que el amor que sentían es más fuerte que cualquier encantamiento zombie, y que la delgada línea entre la vida y la muerte es más delgada de lo que todos creen.

1 comentario:

Andy dijo...

ESPECTACULAR. En serio. Genial. Por momentos lloré de risa.

*aplausos*

Dan, se ve que tantos capítulos de Ebichu finalmente rindieron su fruto. La comedia picaresca, el don-nadie que es un experto karateka, la colegiala, la mascota "sidekick"...

 
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