A cool novel about ninkyō dantai (with a big surprise).

1.3.06

4. "Oye, vecinillo, ¿puedo masticar tu orejilla?"

Faltaban varias horas para el encuentro y volví a mi departamento a descansar, pero no puedo dormir, ¿quién podría hacerlo puesto en mi lugar? O tal vez sea sólo que esta noche la botella permaneció cerrada. Un ejército de hormigas ciegas avanza desde el vientre hacia mi pecho, cerrándose como una tenaza; quisiera rascarme, frotarme hasta exterminarlas a todas, pero no me lo permito. Me pregunto si habrían sido así mis noches sin la compañía del sake, pero me respondo que ya no importa, que si he de ver otra noche todo deberá ser distinto. Necesariamente. ¿Distinto o diferente? No, basta, tengo que poner la mente en blanco.

Sé que tomé la decisión correcta. Esta ansiedad que me consume desde que llegué, que llena mi cabeza de imágenes inconexas, de preguntas sin sentido, de dudosas certezas; esta ansiedad que me tiene inquieto e involuntariamente despierto, esta ansiedad que no sentía desde... ¿hace cuánto tiempo que no me sentía tan inusualmente vivo como en este momento?

No, basta, tengo que recuperar el control de mí mismo. Me levanto y todavía a medio vestir salgo. Me detengo en la entrada de mi edificio, afuera la noche todavía llora por una ciudad que está muerta. Malgasta sus lágrimas, me digo, ¿o no es un hecho que en pocas horas saldrá de su largo sueño mortuorio? Es el orden natural de las cosas.

Me siento en las escalinatas y me distraigo mirando el accidentado viaje de una gota de agua por las hojas de un arbusto pequeño.

No habría podido decir si me fui quedando dormido. Cómo decidir si es una hoja la que se balancea por el peso de la gota que acaba de recibir o si soy yo el que comienza a cabecear. Es tan natural que ya no pueda distinguir una gota de la otra si, al juntarlas, todas son la misma gota. Y si el arbusto es ahora una mancha difusa, ¿no es razón suficiente para que ya no me interese y se convierta el arbusto, por ese sólo hecho, en una mancha difusa?

No habría podido decir si me fui quedando dormido porque todo es natural, esperable, como el murmullo de la lluvia, como el barro salpicando mis sandalias o el pequeño hilo de agua que recorre mi oreja, alentado por un rumor cálido de viento. El hilo de agua desanda el camino, son las frías hojas del arbusto las que ahora acarician mi oreja, están húmedas y juegan con mi lóbulo y se divierten y yo me divierto y me clavan sus dientes.

No hace falta saberse dormido para abrir los ojos, incorporarse de un salto y con una continuación natural del mismo movimiento tomar al extraño de los testículos y con el antebrazo en su cuello, estrellarlo contra la puerta cerrada. Llevo veinte años en el ramo, con un movimiento imperceptible mi codo le hará tragar su nuez de Adán, y son tal vez estos veinte años los que reprimen el impulso inicial. Con un extraño rictus en su cara, Chihiro me mira sin verme.

Es el muchacho que vi crecer y arruinarse. Tiene la mirada perdida y vidriosa pero también un brillo profundo en sus pupilas. Bajo la luz de mercurio, su piel parece haber adquirido un tono amarillo verdoso. Quién sabe dónde se encuentra realmente. Un golpe en el estómago lo deja sin aire, debería ser suficiente para que reaccione. Lo ayudo a sentarse y vuelvo a mi departamento. Pienso que nunca habría habido lugar para Chihiro en mi lista.

Pongo a calentar agua. Necesito un té de camomila. Mientras espero, busco el viejo cuaderno. Más de quince años de trabajo reflejados en sus novecientas noventa y nueve páginas de puntillosa caligrafía. Una entrada por cada encargo, con rigurosos detalles metodológicos. Pienso que esta meticulosidad me la transmitió mi padre, un maestro de sushi, al igual que la habilidad con los cuchillos. Doy breves sorbos al té mientras me detengo al azar en algunas notas. Es curioso que al ver cada una de las entradas consignadas pueda evocar los lugares y las caras de los involucrados. Ya no debe haber lugar en el infierno para todos ellos y los que los siguieron.

No sé si fue el té o recordar los tiempos en que disfrutaba mi trabajo, pero repentinamente tengo un humor excelente. Me ducho, me visto y preparo con calma mis implementos. Por mi ventana percibo el anticipo de los primeros rayos del día. Ya no llueve. Es el momento de salir; sé que el Anciano llegará temprano.

En nuestro próximo episodio

    "Bubbles make me dizzy"
    Cuando la temperatura sube, el Anciano le enseña a nuestro héroe que un Yacuzzi no siempre es el mejor lugar para un Yacuza
    "Por una cabeza"
    Al encontrarse con el Anciano, nuestro héroe descubre horrorizado que, una vez más, le ganaron de mano.

3 comentarios:

Rula dijo...

Muy bueno, Dan! Sabía que estabas a la altura del desafío... ;) Igual me dí cuenta que como siempre yo leo lo que quiero (y vos también). Porque cambié la hierba del té sin querer y nadie me dio bola... :P

Unknown dijo...

¿por qué? ¿importa???
si les sirve, no me importa si cambian a Chihiro por Goku o a "El Anciano" por Yamimoto Nocamina
"segual, ¡si no tiene vidrio!"
o, parafraseando a Gary, "¿Me tomaré un té de cardamomo? ¿O debería tomarme algún otro PUTO TÉ?"

Andy dijo...

Me encantó la reflexión sobre la gota de agua y el arbusto. Muy zen, muy oriental. ¡Muy Yakuza!

Eso sí, no entiendo muy bien de qué té hablan todos ustedes. Yo tomo Earl Grey, como Jean-Luc, gracias.

 
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