A cool novel about ninkyō dantai (with a big surprise).

15.3.06

6. La necesidad tiene cara de hereje

Hay momentos cuando la paciencia se quiebra, cuando el mármol de nuestro semblante se convierte en una fina capa de arcilla que explota en mil pedazos. Pude sentir cómo la sangre hervía en mi plexo, subiendo por mis venas hinchadas hasta transformarme en un demonio de la ira y la destrucción. Perdí el control. Nunca volví a sentirme más vivo.

En el yaccuzi, el Anciano nadaba en su propia sangre burbujeante, el mango de un estilete sobresalía de su oreja izquierda. Blanca como la nieve, todavía húmeda y exitada, en un rápido salto felino me arrojó el otro estilete, que esquivé por un pelo y me dejó un tajo sangrante sobre la ceja izquierda.

Vacié dos cargadores sobre ella, furiosos besos de despedida. Inútil. Era más fácil atrapar un colibrí en una taza de sake. Saltó hacia mi con una hoja de verdad. Mi Hattori Hanzo la encontró en el aire. Bailamos. Transpiro. Transpira. Veo el sudor correr desde los labios, los senos, los otros labios. Lampiños, deben ser suaves como la seda… La odio, quiero arrancarle la cabeza de un golpe. Nos trabamos. Soy más fuerte, la empujo. Lo próximo que veo es el mármol del suelo.

La barro con una patada en la pantorrilla y resbala con el piso mojado. Ahora estamos parejos. Golpeo mientras intento pararme, pero bloquea con el filo. ¡Imbécil! Mella mi katana. Grito con furia. Consigo darle un rodillazo en el pecho que la dobla en dos y golpea contra la pared. Medio parpadeo y está de pié: es flexible como el bambú. Por primera vez me mira, realmente, dos ojos negros y brillantes. Ahora ella también está furiosa. Bien. Disfrutaré ahoracándola con sus propias tripas.

Hay ruidos y ambos nos paralizamos, como si el tiempo se hubiera detenido. Una tregua no premeditada. Cuando la realidad vuelve a su sitio, los hechos corren más rápido de lo que puedo relatar.

Disparos. Gritos. Más sangre.

Todo empieza y termina en menos de un instante.

Respiramos agitados. Me apunta con su katana, invitándome a terminar el baile que empezamos. Abro la guardia mientras ella levanta la espada en shodan y se prepara para el relámpago final. Parece una buena forma de morir. Su golpe es viento a centímetros de mi oreja. Nos besamos frenéticamente, entre el sudor y la sangre. La golpeo con el dorso de mi mano, y la penetro con desesperación, mientras ella gime y se contornea como un pez. Cuando acabo lo hago con tanta fuerza que creo que vamos a estallar. Termino más exitado que antes, pero sin mediar una sola palabra ella toma su ropa y salimos. Si permanecemos un minuto más, será demasiado.

Hay cuerpos por todas partes. De todos los bandos. Piso con cuidado para no resbalar.

Los miro, y por primera vez en mi vida, siento que no quiero morir. La calidez del pensamiento me aterra hasta los huesos.

En nuestro próximo episodio

"Relato de una ida y una vuelta"
La historia de nuestra pareja de asesinos atraviesa por la etapa “road-movie”.
"Pánico y locura en Osaka"
Una serie de eventos bizarros desemboca en una explicación perfectamente lógica y racional (para un fumador de crack empedernido)

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